Músico A: “El concierto ha ido genial, nunca había sonado la orquesta tan bien. Somos una orquesta con mucha proyección.”
Músico B (de la orquesta del conservatorio): “Este concierto ha sido aburridísimo, el director es pésimo y solo nos pide tocar más piano. Además, lo poco que tenía que tocar estaba desafinadísimo.”
Persona del público C: “Qué obra tan interesante y qué balance más compensado. Nunca pensé que una orquesta de conservatorio pudiera sonar tan bien.”
¿Cuántas veces, después de un concierto, nos encontramos con opiniones tan diferentes? A veces, parecen tan dispares que es difícil reconciliarlas con la realidad que hemos experimentado. ¿Cómo es posible que personas que han vivido el mismo evento tengan percepciones tan distintas?
¿Plano general o de detalle?
Al igual que en una película, donde solo vemos lo que está encuadrado en la pantalla, nuestras percepciones se limitan a lo que «encuadramos» en nuestra mente. Los directores de cine manipulan la atención del espectador mediante el uso de la iluminación, los ángulos de cámara y los planos, mostrándonos exactamente lo que quieren que veamos.
Sin embargo, esa realidad dirigida no será la misma para todos los espectadores. Distintas personas viendo la misma escena pueden centrarse en aspectos completamente diferentes o interpretar los mismos detalles de maneras diversas. En un concierto, algo similar ocurre: los músicos, el director y el público «encuadran» su experiencia de forma distinta.
¿Realidad o percepción?
Esto nos lleva a una pregunta fundamental: ¿Existen tantas realidades como personas, o lo que realmente existe son múltiples percepciones de una misma realidad? A lo que solemos referirnos como “realidad” —creyendo que es objetiva y absoluta— es en realidad la percepción individual que cada persona tiene tras atravesar sus filtros cognitivos, emocionales y de creencias.
La información que nos llega está procesada por nuestro cerebro, que realiza un filtrado constante. Por ejemplo, ignoramos ciertos estímulos que no consideramos importantes en ese momento, como el hecho de que nuestra nariz siempre está en nuestro campo visual, pero no la notamos. O, durante un concierto, tal vez un músico se centre exclusivamente en su propio rendimiento, mientras que el público capta el sonido global.
Los sesgos cognitivos y la subjetividad
El psicólogo Daniel Kahneman, en su libro Pensar rápido, pensar despacio, detalla cómo los sesgos cognitivos afectan nuestras percepciones, llevándonos a crear «realidades» subjetivas. Estos sesgos son atajos mentales que, si bien nos ayudan a procesar información rápidamente, a menudo nos alejan de la objetividad.
Esto plantea una cuestión filosófica: ¿existe una realidad objetiva, incluso si nadie la percibe? Al respecto, hay múltiples teorías. Algunos afirman que sí, como el famoso dilema del árbol cayendo en el bosque solitario que haría ruido aunque no haya nadie para escucharlo. Por otro lado, el científico cognitivo Donald Hoffman sugiere que no tiene sentido ver la realidad tal cual es, ya que el cerebro nos muestra solo una versión adaptada para nuestra supervivencia.
La realidad subjetiva en la música
Si entendemos que nuestras percepciones están afectadas por sesgos cognitivos, emociones, creencias y experiencias, queda claro que cada “realidad” es en sí misma una porción subjetiva de un todo más amplio. No es que estemos viviendo en una realidad absoluta, sino que estamos creando una versión muy personal de la misma.
Esto tiene implicaciones importantes para los músicos. Cuando recibimos un mal feedback tras una prueba de orquesta o cuando un compañero hace un comentario negativo, debemos recordar que esa evaluación está influida por la subjetividad de la persona que la emite. Puede que ese compañero haya tenido un mal día, o simplemente esté frustrado por algo externo a la música, como que se le hayan quemado los macarrones en casa.
¿Por qué es importante esta reflexión?
Entender que tanto las evaluaciones externas como nuestras propias autocríticas son subjetivas puede ayudarnos a manejar mejor las críticas y a relativizar el feedback que recibimos. Si comprendemos que ninguna opinión es absoluta, sino solo una perspectiva más, podremos enfocarnos en recoger tantas “porciones” de la realidad como sea posible para obtener una visión más amplia y precisa.
Esta forma de pensar es útil no solo en la música, sino en cualquier ámbito de la vida. Nos ayuda a relativizar tanto los comentarios negativos como los excesivamente positivos, recordando que ninguna opinión —ni siquiera la nuestra— es completamente objetiva.
Aplicación práctica
Esta relativización de las percepciones es clave en el estudio y en la evaluación personal. Al recibir feedback o hacer autocrítica, es fundamental tener en cuenta que nuestras percepciones pueden estar distorsionadas por pensamientos, emociones y creencias. Solo al abrirnos a múltiples perspectivas podremos acercarnos a una comprensión más «realista» de nuestro desempeño.
Tambien puedes visitar la seccion de recursos donde explico cómo aplicar Google Formularios y así llevar un registro de las percepciones sobre algún tema en concreto en el que estés interesado. De esta manera conseguimos varias porciones de realidad para observarla más ampliamente
Entonces, la próxima vez que recibas una crítica o te sientas inseguro sobre tu rendimiento en un concierto, recuerda: lo que has vivido es solo una porción de una realidad más grande. Y cuantas más perspectivas recojas, más cerca estarás de captar la totalidad.
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